La nata y el queso parmesano suelen ser los ingredientes característicos de este plato, el cual, resultará un placer para el paladar de aquellos amantes del arroz meloso...¡¡entre los que me incluyo!!
INGREDIENTES:
- 400 gr de arroz (80 gr/persona - eramos 5)
- 1 Cebolla
- 3 ó 4 dientes de ajos
- 1 Calabacín
- 1 Pimiento rojo mediano
- 1 Vaso de vino blanco
- 800 ml de caldo de pollo (el doble de arroz siempre)
- 75 gr de mantequilla
- 50 gr de queso parmesano
- 1 Conejo, creo que el mío pesaba aproximadamente 1kg, pero yo no lo deshuese entero (porque me guíe por la cantidad de resto de ingredientes...y por el trabajo de chinos que implica!!)
- Podéis utilizar pollo en lugar de conejo, mucho más cómodo de trocear, yo tenía que gastar el conejo y me aventure, aunque el resultado mereció la pena.
- Aceite virgen extra, sal y pimienta.
He de decir que es la primera vez que me propuse hacer risotto, a pesar de lo mucho que me gusta, no lo había intentado hasta ahora. La forma tradicional de hacerlo es ir añadiendo el caldo poco a poco y removiendo, para que el arroz suelte el almidón, una de las razones de su cremosidad.
Como andaba justa de tiempo me guíe por una receta con olla rápida que encontré en el cocinero fiel, donde os recomiendo ojear un poco sus recetas, pues alimentan la vista que da gusto.
Después de esta introducción...vamos al lío: en una olla rápida ponemos aceite de oliva y añadimos la cebolla y el ajo troceados, añadiendo el pimiento y el calabacín cuando la cebolla esté trasparente.
Mareamos un poco y a continuación añadimos el conejo troceado, salpimentamos. Movemos todo un poco hasta que coja color el conejo y a continuación añadimos el arroz.
Se va moviendo el arroz hasta que tome un tono trasparente, aquí es cuando añadimos el vino y en cuanto hierva, seguimos moviendo hasta que se seque.
Es el momento de añadir el caldo (mejor templado para no romper la cocción).
Cerramos la olla y en cuanto empiece a hervir (expulsar el vapor) yo conté unos 6 minutos en vez de los 8 que recomienda la receta original, pues suelo dejar la olla con el calor residual de la vitrocerámica mientras expulsa el vapor.
Pero no llegué a dejarle ese tiempo extra porque me llegó un olor de "asentado" que no me gustó, así que cuando os pase esto hacer lo siguiente: poner la olla bajo agua fría, la cual acelera la expulsión del vapor; cuando se baje el pitorro que indica que se puede abrir, lo hacemos.
En mi caso quedaba caldo en la olla, así que la pasé a una sartén, MUY IMPORTANTE! sin raspar el fondo en el que efectivamente algo se había pegado. Si lo hacéis así, no os traspasará el sabor a quemado y...¡HABREMOS SALVADO LA COMIDA!
Puede resultar evidente para algun@s, pero cuando yo lo descubrí fue todo un alivio, pues aventurarse en probar cosas nuevas tiene esas consecuencias.
Para conseguir esa cremosidad típica de este plato, añadimos la mantequilla y el queso y movemos hasta que se funda completamente.
La verdad es que salió bastante rico a pesar del pequeño percance antes comentado, pero como todo en la vida, ¡sin riesgo, no hay gloria!
No hay comentarios:
Publicar un comentario